Diálisis peritoneal en cardiópatas

Las complicaciones cardiovasculares son la primera causa de muerte en los pacientes en diálisis, y ya están presentes al iniciar la diálisis en muchos de ellos.
La diálisis peritoneal permite un control de la retención de sal y líquidos más uniforme, al ser una técnica continua y diaria (al igual que la acción de nuestros riñones). Con ello evita la sobrecarga de volumen que ocurre entre las sesiones de hemodiálisis (las sesiones se realizan solo tres veces a la semana) y que puede facilitar el desarrollo de insuficiencia cardíaca.
Se ha demostrado que la extracción forzada de volumen durante la sesión de hemodiálisis y la bajada de tensión arterial (inestabilidad) que origina provocan una disminución del riego del corazón.
De hecho, existe una indicación para el tratamiento con diálisis peritoneal de la insuficiencia cardíaca que ha dejado de responder al tratamiento con fármacos (aunque el paciente no precise diálisis por la insuficiencia renal) ya que permite un control de la sobrecarga de volumen. Se consigue una mejoría de la función del corazón, del riego de los riñones (y por lo tanto de su función), de la respuesta a los diuréticos, y aumenta la supervivencia y la calidad de vida del paciente.
Por otro lado, la fístula arteriovenosa que se precisa en la hemodiálisis favorece la sobrecarga cardíaca a expensas de un aumento de la precarga.
Las arritmias son complicaciones frecuentes en los pacientes en hemodiálisis. Son favorecidas porque durante la sesión de hemodiálisis se producen cambios bruscos de tensión arterial, de potasio y otros componentes y se disminuye el efecto de algunos fármacos que los pacientes están tomando. La diálisis peritoneal, al ser una técnica continua, disminuye este riesgo. La incidencia de muerte súbita es menor con la diálisis peritoneal que con la hemodiálisis en la mayoría de los registros.
La hipertensión arterial del paciente en diálisis tiene un componente importante de sobrecarga de volumen. La diálisis peritoneal controla el volumen de líquidos de forma continua, facilitando un control más estable de la presión arterial. En algunos estudios se ha visto que las necesidades de fármacos para controlar la tensión son menores que en la hemodiálisis. A pesar de esto, debemos recordar la importancia de recomendar una ingesta mínima de sal, especialmente en pacientes sin función renal residual; es decir, que ya no orinan nada.
Por contra, el líquido que se introduce en el abdomen para realizar la diálisis peritoneal contiene glucosa para poder eliminar volumen del paciente. Esta sobrecarga de glucosa puede provocar una elevación de la glucosa en pacientes prediabéticos y diabéticos y un aumento de la síntesis de triglicéridos. Estas dos situaciones empeoran la arterioesclerosis. Los nuevos líquidos de diálisis que no contienen glucosa (se cambia por aminoácidos y polímeros de glucosa que no pasan al paciente) reduce estos efectos secundarios.
Otros factores, como una menor hipertrofia ventricular y un mejor control de la anemia, podrían tener un efecto protector.
Por estos motivos, los nefrólogos pensamos que la diálisis peritoneal sería el método de diálisis de preferencia para la mayoría de los pacientes con cardiopatía.

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