Ocho vidas salvadas gracias a un donante

Ocho vidas salvadas gracias a un donante

Nos ha parecido interesante esta noticia publicada por Fernando Rodríguez Murube en el diario “ABC” el 2 de Agosto del presente año.

«Haber estado en un naufragio o en una batalla es algo bello y glorioso; lo peor es que hubo que estar allí para estar allí». Esta cita cargada de sabiduría y sensibilidad de Fernando Pessoa cobra sentido en María Romero, una señora de Los Palacios que siempre lleva colgado de su cuello una medalla que muestra el rostro de Antonio Jesús Maestre, el hijo que perdió el pasado 10 de octubre, con apenas diecisiete años, tras recibir un golpe mortal en la cabeza en un accidente de moto.

Recuerda que ese día, cuando una doctora del Virgen del Rocío les anunció de forma inesperada a ella y a su marido la muerte cerebral de su hijo, y les propuso donar sus órganos, quedó conmocionada. «No me lo podía creer, fue todo muy rápido, horas antes había hablado con él por teléfono. Cuando nos avisan del accidente y vamos al hospital pensamos que no era tan grave. Y mientras lo estamos viendo con buen aspecto, intubado y con el termómetro puesto, nos dijo que si queríamos una muerte inútil lo desenchufaban, mientras que la donación nos iba a ayudar», comenta.

A la fatal noticia le sucedieron horas de incredulidad y congoja, hasta que poco a poco comenzaron a asimilar la dolorosa realidad y a plantearse la donación de órganos de su pequeño como una seria posibilidad. «No penséis en vosotros, pensad qué haría él, va a ser el héroe de muchas familias», les comentó otro médico del área de trasplante, lo que provocó un redoble de conciencia definitivo en María: «Darlo todo, estaba lleno de vitalidad y generosidad», respondió tajante.

Tras dar el sí y firmar toda la documentación pertinente, se activó de inmediato todo el área de trasplante, con el doctor Pérez Bernal a la cabeza, para sacar el máximo rendimiento posible a esa generosa determinación. Poco después le comunicaron que todos sus órganos habían servido para ser trasplantados con éxito, y que, como mínimo, Antonio Jesús había salvado ocho vidas.

Bendita decisión

Una decisión que a la larga ha sido una bendición para María, la mejor manera de soportar el dolor infinito de la pérdida de un hijo, de alcanzar algo de paz en el enorme vacío dejado. «Me está dando mucha fuerza para superar el duelo. Yo digo que sigue viviendo en otras personas, que está en todos sitios, como a él le gustaba. Su corazón no ha dejado de latir en ningún momento, y sus ojos siguen viendo (sus córneas y tejidos también fueron trasplantadas). Es lo único que me consuela, saber que ha servido para algo. Me lo planteo de la siguiente manera: hay una familia sufriendo mucho y otras ocho muy felices. A mí, por desgracia, me ha tocado la peor parte».

Su destino era salvar vidas

María añade un matiz místico a la decisión que tomaron: «Soy creyente y pienso que su alma está en algún lugar, y sus órganos están repartidos por muchos sitios. A veces pienso que su destino era salvar vidas». Aunque es muy complicado conocer exactamente a quiénes han ido a parar los órganos, porque depende de la lista de espera, sí le aseguran que están localizados en varios puntos de la geografía española. «Los órganos no valen para nada allá donde él esté, en cambio aquí han servido para ayudar a otras personas, a gente joven. Por el tamaño de sus órganos sabe que han ido destinados a enfermos jóvenes», dice.

Esta madre es un faro para todas aquellas personas que atraviesan una situación trágica. Por ello, ha sido demandada en varias ocasiones por la asociación de donantes del Virgen del Rocío para que participe con su testimonio en conferencias.

Nota de prensa

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