Cada año 6.400 nuevas personas necesitan tratamiento renal sustitutivo en España

Cada año 6.400 nuevas personas necesitan tratamiento renal sustitutivo en España

Nos ha parecido interesante esta noticia publicada en el Diario médico el 8 de marzo del presente año.

El número de pacientes en tratamiento renal sustitutivo (diálisis o trasplante) en España ha crecido un 20 por ciento en la última década, según datos de la Sociedad Española de Nefrología (SEN): si en 2006 el número de pacientes en diálisis o trasplantados se situaba en 46.000, a finales de 2015 se elevaba por encima de los 55.000. Cada año, unos 6.400 nuevos pacientes debutan con tratamiento renal sustitutivo, con el consiguiente coste en términos de calidad de vida que ello lleva aparejado, y el coste también para el sistema sanitario.

Estos y otros datos, han sido expuestos por la presidenta de la SEN María Dolores del Pino, y el presidente de Alcer, Jesús Molinuevo, en la entrevista que han mantenido con la presidenta de la Comisión de Sanidad del Senado, Carmen de Aragón, con el objetivo exponerle su preocupación por el avance de la enfermedad renal crónica en nuestro país, y presentarle la campaña #muevetuspies, cuyo objetivo es fomentar el ejercicio físico y concienciar sobre la necesidad de llevar un estilo de vida saludable para proteger la salud renal.

España se encuentra entre los países europeos con mayor prevalencia de la enfermedad renal crónica, solo superado por Grecia, Francia, Bélgica y Portugal. Se estima en todo caso que los 55.000 pacientes que están en tratamiento renal sustitutivo en nuestro país son sólo una parte de los cuatro millones de pacientes que sufren algún tipo de insuficiencia renal, entre los que un 25 por ciento desconoce su enfermedad.

Asimismo, el registro de la SEN muestra que la mortalidad de la enfermedad renal crónica se ha venido situando por encima del 8 por ciento en la última década. Los segmentos de población con mayor prevalencia de la enfermedad renal crónica son, por este orden, el de la población entre 65 y 74 años, con una prevalencia por encima de los 3.000 pacientes por millón de población (pmp); el de la población de más de 75 años, con una prevalencia de 2.638 pmp, y el de la población entre 45 y 64, por encima de 1.765 pmp.

El aumento de la incidencia de la enfermedad renal crónica (ERC) se relaciona, por tanto, con el envejecimiento de la población, pero también con hábitos de vida poco saludables y factores de riesgo como la obesidad.

Precisamente, a la obesidad está dedicado el Día Mundial del Riñón de 2017. «La obesidad y el sobrepeso atacan la salud del riñón tanto de forma directa como indirecta. Directamente, la obesidad puede causar enfermedad renal poniendo una carga indebidamente alta sobre los riñones y generando cambios metabólicos dañinos como inflamación y oxidación. Indirectamente, induciendo o empeorando la diabetes y la hipertensión, factores de riesgo de enfermedad renal, y también es factor de riesgo para litiasis renal y algunos cánceres como el del riñón», explica María Dolores del Pino, presidenta de la SEN.

La obesidad incrementa en más de un 80 por ciento las posibilidades de padecer enfermedad renal. Se estima que el 13,8 por ciento de la enfermedad renal crónica en hombres y el 24,9 por ciento de la ERC en mujeres de países industrializados pueden estar asociados con sobrepeso u obesidad. Y que las personas afectadas por obesidad, tienen un 83 por ciento más de riesgo de padecer ERC comparados con aquellas que tienen un peso saludable.

«No me cabe la menor duda de que si la sociedad fuera más consciente del coste en calidad de vida que tiene la enfermedad renal, vigilaría mucho más la función renal, pondría más cuidado en hábitos identificados claramente como poco saludables: abuso de alcohol, de tabaco o de determinados medicamentos, exceso de sal en las comidas, consumo elevado de alimentos procesados o nula actividad física. Los médicos y los medios de comunicación han sabido transmitir muy bien qué es el colesterol, qué daños ocasiona el aumento de sus niveles y cómo reducirlos, ¿por qué no hacerlo con el filtrado glomerular?», concluye la presidenta de la SEN.

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