Lo que me cuentan en la consulta de la insuficiencia renal (Parte II)

Lo que me cuentan en la consulta de la insuficiencia renal (Parte II)

La diálisis se puede dividir en dos tipos: De la sangre (hemodiálisis) y del abdomen (diálisis peritoneal). Ambas, persiguen un mismo objetivo (eliminar agua y sustancias tóxicas) pero de dos maneras diferentes.

La hemodiálisis es un tratamiento en un periodo corto de tiempo (habitualmente 4-5 horas dependiendo de la superficie corporal y de las alteraciones metabólicas) donde la sangre se filtra a través de un dializador (membrana artificial) utilizando un agua libre de contaminantes tratada en las plantas de las unidades de diálisis. Para poder realizar este tipo de diálisis se requiere de un acceso vascular, la fístula arteriovenosa, que se realiza quirúrgicamente con anestesia local uniendo una arteria a una vena del brazo y que permite un acceso óptimo a la sangre. Como alternativa está el catéter, indicado para los pacientes no candidatos a fístula, colocado en una vena de gran calibre (en el cuello habitualmente). Este tipo de técnica requiere infraestructura y personal médico y de enfermería cualificados. La mayoría de los pacientes se desplaza 3 veces por semana a un centro de diálisis para recibir su tratamiento. En algunos centros, se ha potenciado la hemodiálisis domiciliaria, que consiste en que los pacientes reciben formación y preparación para dializarse en su domicilio, siempre con el apoyo y el seguimiento del personal de Nefrología. Nuestro centro, el Complejo Hospitalario de Navarra, es uno de los pioneros en España en la formación y preparación de los pacientes para hemodiálisis domiciliaria, llegando a ser el 10% de los pacientes que se dializan en nuestra unidad.

La diálisis peritoneal utiliza un principio físico similar de intercambio de agua y sustancias a través de una membrana semipermeable que recubre los órganos en la cavidad abdominal, que en lugar de ser artificial, es natural, el peritoneo. Requiere de un catéter que se aloja en dicha cavidad y a través del cual se introduce un líquido con una concentración determinada de electrolitos (sodio, potasio, cloro, glucosa, etc.) varias veces al día que permite la depuración de toxinas y agua. También puede realizarse de manera automatizada durante la noche a través de una máquina o cicladora y se realiza mientras el paciente duerme.

¿Cuándo empezar diálisis?

Cuando la enfermedad renal llega al momento de requerir el inicio de diálisis y no existe posibilidad de mejoría hay que tomar la decisión de forma meditada. Esta decisión debe ser preparada con suficiente antelación para evitar el deterioro clínico o la aparición de síntomas derivados de la propia uremia, desnutrición o enfermedades cardiovasculares. La preparación se hace en consulta médica con un trabajo conjunto con enfermería, se explican todas las técnicas disponibles (incluyendo el trasplante renal en los posibles candidatos), la dieta, valoración psicosocial y se planifica el acceso adecuado que requiere el paciente en función de la decisión que se haya tomado sobre el tipo de diálisis que se va a realizar.

El objetivo de la diálisis va encaminado a aportar calidad de vida a los pacientes y les permite continuar con su vida cotidiana, en la medida de sus posibilidades, condicionadas por otras patologías previas.

¿Qué tipo de diálisis elegir?

Una vez explicadas las diferentes técnicas, el paciente decidirá qué tipo de diálisis se adapta mejor a sus posibilidades. Siempre se orienta y aconseja a los pacientes acerca de las mejores opciones en cada caso sin excluirse ninguna opción médicamente posible (hemodiálisis y peritoneal). La tercera opción es el trasplante renal, sobre todo la opción del trasplante de vivo que puede permitir evitar el paso por diálisis.

Es importante subrayar que las técnicas domiciliarias (peritoneal y hemodiálisis) aportan beneficios sobre las hospitalarias, en algunos aspectos claves del cuidado de los pacientes renales, como la autonomía, tolerancia y control de la hipertensión arterial, del potasio, del fósforo y los líquidos y permiten una mejor reinserción laboral y social dada su mayor flexibilidad horaria. Si bien estas técnicas tienen sus ventajas, hay que tener en cuenta que existen algunas limitaciones a la hora de poder indicarlas dependiendo de las características del paciente.

En resumen, cuando los riñones no funcionan existen diferentes opciones de tratamiento sustitutivo que permiten a las personas conservar su calidad de vida y evitar el deterioro paralelo, la diálisis en cualquiera de sus modalidades y el trasplante renal.

Fuente de la noticia

Dra Ana Mª Oltra
Coordinadora Blog Renal
Nefrología. CHGUV

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