¿Tiene la mujer gestante problemas a causa del riñón?

La mujer gestante normal debe tener unos valores de presión arterial, urea y ácido úrico inferiores a los de las mujeres no embarazadas. La presencia de edemas moderados, dilatación de las vías excretoras y glucosuria no son alteraciones necesariamente patológicas. La preexistencia de una hipertensión arterial o una nefropatía antes del embarazo comporta el riesgo de una descompensación más o menos reversible por lesiones vasculares y repercusión en el desarrollo fetal. Son especialmente peligrosas para la madre y el feto a partir del quinto mes. En el postparto inmediato puede aparecer una IRA.  

Las manifestaciones renales durante la gestación son especialmente importantes y pueden ser las siguientes:  

– Infección urinaria. Es una afección común, pocas veces diagnosticada. En fases avanzadas de la gestación puede presentarse un cuadro grave de pielonefritis, la cual, después de ser controlada, obliga a una exploración minuciosa después del parto en busca de una uropatía previa.  

– Toxemia gravídica. Se trata de un cuadro clínico grave por las repercusiones hacia la madre y el feto. Manifestada generalmente en primíparas sin hipertensión arterial ni nefropatía previa, se caracteriza porque, a partir del quinto mes, se inicia un aumento de la curva ponderal, elevación de la presión arterial y, de forma inconstante, proteinuria. En esta fase es importante la detección de la elevación del ácido úrico. A todo ello se le conoce como pre-eclampsia, debiéndose tratar de forma cuidadosa mediante dietas hiposódicas, reposo y control de la presión arterial. El desconocimiento o negligencia por parte de la mujer gestante a seguir las normas terapéuticas puede abocar a la eclampsia, estado grave en el curso de la gestación que suele obligar a la interrupción del embarazo. Sus manifestaciones son crisis hipertensivas en forma de encefalopatía con hemorragias y edema retiniano. Aumento de la proteinuria, grandes edemas e IRA. El tratamiento requiere una unidad de reanimación para la madre y para el neonato, siendo la mortalidad fetal aún muy elevada. En el tratamiento de las crisis hipertensivas se excluirán los diuréticos. Una pauta eficaz puede ser la perfusión monitorizada de hidralazina, nitroprusiato sódico o labetalol. El cuadro desaparece a los 8 días del alumbramiento, siendo razonable esperar unos meses para realizar las exploraciones nefrológicas de la hipertensión y proteinuria residual.  

– Hipertensión arterial y nefropatías previas al embarazo. Estas situaciones deben ser previstas desde el inicio de la gestación, con controles repetidos a lo largo de todo el embarazo. En el caso de una IRC, con filtrado glomerular superior a 30-40 ml/minuto, no existe incompatibilidad con una gestación normal controlada. Ante la aparición de una hipertensión arterial de difícil control, debe valorarse la interrupción del embarazo.  

– Insuficiencia renal aguda. Independientemente de la forma iniciada en el curso de la crisis de la eclampsia, puede aparecer en el curso del postparto en forma de necrosis cortical bilateral secundaria a un hematoma retroplacentario o bien como un síndrome hemolítico-urémico. 

 

https://www.sefh.es/bibliotecavirtual/fhtomo2/CAP12.pdf 

 

Dra Ana Mª Oltra 

Coordinadora Blog Renal 

Nefrología. CHGUV 

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