¿Qué pasa si tengo el colesterol alto?

Las «grasas del cuerpo » o lípidos, conocidos popularmente como «colesterol» son biomoléculas que forman parte del organismo participando en numerosos procesos gracias a sus propiedades como el almacenamiento de energía, la termoprotección  o  la  generación de hormonas implicadas en dierentes vías metabólicas.

Se sabe que un nivel elevado de «colesterol» en la sangre perpetuado en el tiempo o una alteración de sus características físicas puede conllevar un aumento del riesgo para sufrir eventos como infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares, poniendo en peligro la vida paciente. El colesterol elevado tiene un impacto negativo en la supervivencia de los pacientes ya que provoca daño en los vasos sanguíneos que componen los órganos comprometiendo el riego sanguíneo del mismo.

La cifra de colesterol se obtiene con una analítica de sangre, que mide diferentes parámetros o tipos de colesterol: Se mide el colesterol total, el colesterol LDL (low density lipoprotein), el VLDL (very low density lipoprotein), el HDL (high density lipoprotein) o los triglicéridos, entre otros. 

Según el perfil del paciente y los factores de riesgo que tenga (consumo de tabaco, edad, presencia de diabetes, hipertensión arterial, cardiopatía isquémica, enfermedad cerebrovascular, enfermedad arterial, enfermedad renal crónica, etc.) se otorga un riesgo determinado que oscila desde muy bajo a muy alto riesgo cardiovascular.

Teniendo en cuenta estas características y los datos del análisis se determina la necesidad de tratamiento para la prevención de eventos cardiovasculares. Cada caso ha de ser individualizado y valorado por el médico. De esta manera se establece un objetivo de tratamiento cuyo primer escalón ha de ser siempre un abordaje nutricional y deportivo dentro de las posibilidades de cada uno.

Cuando estas medidas son insuficientes o el paciente presenta los criterios adecuados, se inicia el tratamiento farmacológico. Clásicamente el medicamento más utilizado son las  «estatinas», que han demostrado disminuir los niveles de colesterol en muchos pacientes. Existen diferentes tipos, eligiendo siempre la que se adapta mejor en función de las características del paciente. Poseen un buen perfil de seguridad con pocos efectos secundarios, siendo uno de los más frecuentes las mialgias (dolores musculares) o la afectación hepática.

Recientemente se han publicado las nuevas guías europeas para el manejo de las dislipemias («el colesterol») que proponen objetivos más estrictos y plantean el uso de nuevos fármacos para intensificar el tratamiento insistiendo en la necesidad de conseguir una disminución en las cifras de LDL, mayoritariamente. 

En los casos en los que las estatinas son insuficientes o hay una mala tolerancia de las mismas, se puede añadir otro medicamento como el Ezetimibe que también está demostrando reducir el colesterol de forma satisfactoria.

Conforme las terapias van evolucionando, surgen nuevas estrategias y nuevos fármacos. Cada vez se tiende más a ver al paciente en su conjunto, contemplando todos los factores de riesgo que presenta y evaluando el riesgo de sufrir un evento cardiovascular, prestando menos atención a los niveles de LDL como único parámetro para definir el tratamiento.

Novedoso es el campo de los anticuerpos monoclonales, que se utilizan de forma específica para bloquear algunas de las vías que involucran al metabolismo del colesterol, para favorecer su descenso. Es por tanto crucial investigar en este ámbito para conseguir un mayor control del riesgo que presentan estos pacientes y aumentar su supervivencia.

Marta Poves Gómez R2 Nefrología

Hospital General  Universitario Valencia