Enfermedad renal crónica: ¿qué consecuencias tiene la inflamación?

Enfermedad renal crónica: ¿qué consecuencias tiene la inflamación?

El proceso inflamatorio debe entenderse como una respuesta sistémica compleja a agentes perniciosos. De hecho, aunque inicialmente la producción de citoquinas pro-inflamatorias tiene un efecto beneficioso para el organismo, su elevación crónica y sostenida se traduce en efectos perjudiciales, y este es el cuadro que parece estar presente en la enfermedad renal crónica (ERC).

La inflamación en la enfermedad renal crónica (naturaleza pleiotrópica de las citoquinas pro-inflamatorias) afecta al desarrollo de diversas complicaciones concurrentes en la ERC, como el síndrome malnutrición-inflamación, la calcificación vascular o alteraciones en el sistema endocrino.

El síndrome de malnutrición-inflamación (SMI) es un complejo síndrome metabólico de carácter multifactorial, tanto en sus causas como en sus consecuencias. El SMI se caracteriza por la presencia concurrente de pérdida de masa muscular (asociada o no a anorexia), pérdida de peso y/o masa grasa. Este síndrome no es exclusivo de la ERC sino que está presente en un amplio espectro de enfermedades en las que la inflamación crónica constituye un común denominador, como el VIH, la tuberculosis, la insuficiencia cardiaca, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el cáncer o la sepsis.

La presencia de sobrepeso no excluye la ocurrencia del SMI en la ERC, que puede estar presente no solo en pacientes con índice de masa corporal (IMC) reducido (<20 kg/m2), sino también en pacientes con IMC normal o incluso elevado (>25 kg/m2).

La calcificación vascular puede también interpretarse, al menos en parte, como una consecuencia de la inflamación sistémica. De hecho, el TNF-a induce la mineralización de las células vasculares, y en estudios in vitro de co-cultivos de células vasculares con monocitos y/o macrófagos (fuente de la mayor parte de las citoquinas), se ha observado cómo dicha mineralización se ve acelerada. El depósito de cristales de fosfato cálcico en la íntima arterial (proceso sine qua non de la calcificación) interactúa con los macrófagos activados, induciendo un estado pro-inflamatorio mediante la vía de la proteína C quinasa y la MAP-quinasa. Todo esto puede implicar que la inflamación sea causa y a la vez consecuencia de la calcificación vascular en un círculo vicioso.

El riñón es uno de los principales moduladores de la función endocrina y una importante diana para numerosas hormonas. Por ello, el estado urémico se asocia con alteraciones en la síntesis o funcionamiento de diversos sistemas hormonales. Este desequilibrio hormonal puede verse agravado por un estado de inflamación persistente. En la ERC existe una resistencia a la acción anabólica de la hormona de crecimiento (GH), afectando al desarrollo corporal en niños y a la pérdida de fuerza y masa muscular en adultos.

La inflamación persistente podría ser también una de las causas de síndrome de la trioodotironina (T3) baja y del hipotiroidismo subclínico, ambos cuadros cínicos tan frecuentes en los pacientes con ERC. Los niveles reducidos de T3 están fuertemente relacionados con marcadores sistémicos de inflamación y constituyen un predictor independiente de mortalidad, tanto en pacientes con ERC avanzada como en pacientes en diálisis.

Cari Martínez.

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